Botín en la Literatura
La raigambre de Botín en Madrid es tal que ha dado lugar a un dicho castizo
“Desde que era pequeñín y me gustaba el lechón
siempre quise ir a Botín a comer como un cebón”.
Son ya tres siglos de convivencia entre ciudad y restaurante, dos historias que se entretejen y convergen no sólo en el imaginario colectivo, sino en la literatura.
Dicen que allá por 1620, la zona de la Cava de San Miguel y lo que hoy es la Plaza Mayor de Madrid eran un hervidero de gente de mejor y peor calaña, que por allí recalaban en diversas actividades. Seguramente fue ese el ambiente en el que encontró Lope de Vega el perfil de los pícaros que protagonizarían su teatro.
Y más tarde, ya en el siglo XIX, este castizo barrio de Madrid sirvió de escenario también a muchas de las novelas de Benito Pérez Galdós, hasta el punto de recibir el sobrenombre, por parte de los historiadores, de Madrid Galdosiano.
Desde entonces, han sido muchos los autores que han encontrado en el barrio el lugar perfecto para que personajes y trama evolucionaran. Y Casa Botín tiene el honor de formar parte de esos mundos imaginarios al haber sido escenario de numerosas obras literarias. He aquí una compilación de escritores y menciones:
Índice

Ernest Hemingway (1899-1961)
La sencillez que marca palabras y sabores
Comenzamos nuestro recorrido literario con Ernest Hemingway por el especial vínculo que tuvo con Botín y sus propietarios. En sus viajes por la península, Hemingway acudía con frecuencia a Botín, llegando a entablar gran amistad con Emilio González, padre y abuelo de los actuales propietarios.
Quizá fuera porque, al igual que hacía Hemingway en sus escritos, González mantuvo alejados de sus platos a aditivos y retórica, apreciando la sencillez y pureza como valores. Sin rodeos, sin disimulos, directos… uno al paladar, el otro a lo que acontece en el alma del lector. Ahí, ambos coincidieron.
De Madrid dijo: “Es la más española de todas las ciudades de España”. Y agregó: “Cuando uno ha podido tener El Prado y al mismo tiempo El Escorial situado a dos horas al norte y Toledo al sur y un hermoso camino a Ávila y otro bello camino a Segovia, que no está lejos de La Granja, se siente dominado por la desesperación al pensar que un día habrá de morir y decirle adiós a todo aquello”.
Como anécdota cabe señalar su interés por aprender a hacer paella, aunque la cocina nunca se le dio también como la máquina de escribir.
De todos es conocido el amor por España de este carismático norteamericano. Pocos extranjeros han sabido sentir y reflejar como él la belleza de nuestro país. Le bastan unas pocas líneas para evocar un paisaje con todos sus perfumes, juegos de luces y armonías.
Férreo y apasionado defensor de la fiesta taurina, en 1932 publica “Muerte en la tarde”, un auténtico tratado de tauromaquia en el que menciona a Botín:
…pero, entretanto, prefería cenar cochinillo en Botín en lugar de sentarme y pensar en los accidentes que puedan sufrir mis amigos.
También en “Fiesta”, que en inglés se tituló “The sun also rises” aparece Botín. Desde hace muchos años es gratificante observar el peregrinar de turistas americanos que llegan buscando el comedor en el que Hemingway sitúa la escena final de esta novela:
We lunches up-stairs at Botin´s. It is one of the best restaurants in the world. We had roast young suckling pig and drank rioja alta. Brett did not eat much. She never ate much. I ate a very big meal and drank three bottles of rioja alta.
Comimos en Botín en el comedor de arriba. Es uno de los mejores restaurantes del mundo. Tomamos cochinillo asado y rioja alta. Brett no comió mucho. Nunca comía mucho. Yo comí un buen almuerzo y bebí tres botellas de rioja alta.
Benito Pérez Galdós (1843-1920)
A qué sabe el alma española
En 1886 Galdós escribe una de sus obras más populares “Fortunata y Jacinta”, un vasto mural donde la historia, la sociedad y el perfil urbano de Madrid sirven de escenario a un argumento que presenta a dos jóvenes mujeres, muy diferentes entre sí, enamoradas de un mismo hombre. En una de sus páginas Galdós escribe:

¡Ya era tiempo, Señor! Tantos años de forzados ayunos, bien merecían que se cantara el ¡aleluya! de la resurrección. «Ea, Celedonia, ponte tu falda nueva, que vas a casa de Botín. Te apuntaré en un papelito lo que quiero, para que no te equivoques». Dicho y hecho. ¿Y qué menos había de pedir la señora, para hacer boca en aquel día fausto, que dos gallinas asadas, cuatro pescadillas fritas y un buen trozo de solomillo, con la ayuda de jamón en dulce, huevo hilado, y acompañamiento de una docena de bartolillos?… ¡Hala!”

Ramón Gómez de la Serna (1888-1963)
La pluma como un dardo siempre con tino
Gómez de la Serna, un personaje en toda regla, protagonizaba divertidas anécdotas, fruto de su curioso y algo excéntrico sentido del humor. En cierta ocasión pronunció una conferencia subido en un trapecio del circo y, otro día, invitado a hablar en la Academia de Jurisprudencia, leyó él mismo una carta en la que se disculpaba por no poder asistir al acto al encontrarse enfermo.
Gómez de la Serna salía por Madrid a la caza de “Greguerías” y cuando la inspiración le llegaba se dirigía a la más cercana de las cuatro habitaciones que tenía alquiladas en diferentes zonas de Madrid, todas ellas bien provistas de mesa, papel, pluma y tinteros.
Cabe destacar que siempre utilizaba tinta roja ya que consideraba que así “la transfusión al papel es más sincera, lleno mis plumas de mi propia sangre”. Sobre Botín escribió:
Botín es el gran restaurante donde se asan las cosas nuevas en las cazuelas antiguas.
Botín parece que ha existido siempre y que Adán y Eva han comido allí el primer cochifrito que se guisó en el mundo.
En el viejo Botín de la vieja calle de Cuchilleros, también está el lechoncito, el conmovedor lechoncito, ante el que lloraríamos como si se tratase de nuestros hijos pues llega a parecernos que nos van a decir: Bautizados, tantas pesetas, y sin bautizar tantas menos.
Graham Greene (1904-1991)
Regalarse un buen almuerzo
Tras la Segunda Guerra Mundial se dedicó a viajar por todo el mundo, recalando también en España. Entre sus últimas obras está “Monseñor Quijote” (1982), novela que, en tono moderado, enfrenta marxismo y catolicismo. En uno de sus capítulos dice:

…propongo que antes de comprar los calcetines morados nos regalemos con un buen almuerzo en Botín…

James A. Michener (1907-1997)
Obsesiones por un país
Siempre sorprende al autóctono redescubrir su país en la mirada de un extranjero, sobre todo si esos ojos eran los de Michener. De nuestro país diría: “Algunos viajeros, y yo soy de uno de estos, encuentran también inevitable penetrar en la historia española, y cuando nos ocurre esto estamos perdidos, porque entonces España nos obsesiona, como ha obsesionado a nuestros predecesores Georges Bizet, Henry de Montherland, George Borrow y Ernest Hemingway.
Indalecio Prieto (1883-1962)
Sobre recuerdos y estampas de aquel Madrid


Arturo Barea (1897-1957)
De Lavapiés a Gran Bretaña con parada en Botín
También Arturo Barea, extremeño de nacimiento e inglés de adopción, dedica un espacio a Botín en la que es su obra cumbre “La forja de un rebelde”. Esta trilogía es un perfecto retrato costumbrista de Madrid, plasmado a través de las vicisitudes de la vida cotidiana de una familia humilde (la del propio autor), desde comienzos de siglo hasta la Guerra Civil. En uno de sus párrafos Barea dice:
Carlos Arniches (1866-1943)
Palabra de chulapo con espíritu castizo
Casa Botín, fundada en 1725, es el restaurante más antiguo del mundo según el Libro Guinness de los Records y uno de los referentes de la mejor cocina tradicional en Madrid.
La revista Forbes le reservó el tercer puesto entre los 10 mejores restaurantes clásicos del mundo, a la Casa y a sus dos especialidades, los deliciosos cochinillos y corderos asados al estilo castellano.
Tres y cuatro veces por semana llegan al restaurante cargamentos de los mejores cochinillos segovianos y corderos procedentes del triángulo mágico de esta carne: Sepúlveda-Aranda-Riaza.
Poco a poco, lentamente, corderos y cochinillos se van dorando a los calores y la respiración pausada y solemne del viejo horno, alimentado con leña de encina. Un horno que ha permanecido en funcionamiento desde su fundación bajo la atenta mirada de los maestros horneros y los expertos cocineros que llevan toda la vida en la Casa.
Estas leñas y sus brasas, estratégicamente colocadas a la izquierda del fogón, reparten armónicamente el sabor de la sal, pimienta, agua, manteca de cerdo, vino blanco, laurel, cebolla y ajo por todas las piezas, cochinillos y asados.
Carlos Arniches, autor de sainetes y comedias, también supo recoger en sus obras el sabor castizo de los barrios madrileños. Menciona a Botín en “La Fiesta de San Antón”, sirviéndose de ese tono tan chulesco y característico de los madrileños de la época que tan bien supo llevar hacia los límites del estereotipo:


Mariano de Cávia (1855-1920)
Madrid and Botín, among the ‘Daily Specials’
The prestigious journalist and writer Mariano de Cávia, originally from Aragón, was also seduced by the centuries-old charm of Botín. He mentioned the restaurant in some of the pieces from his “Platos del Día” (Daily Specials) series, which he wrote for “El Liberal”, in which he wrote on politics, customs, society and more.
He also remembered the restaurant in an article published in “El Sol”, which makes delightful reading:
Antonio de Obregón (1911-1985)
‘Madrid al día’ y otras crónicas de la capital
El escritor y periodista Antonio de Obregón, amigo entrañable de la Casa, destacó, entre otros campos, por sus crónicas de la capital, de la que era buen conocedor.
Mantuvo durante años su sección ‘Madrid al Día’ y dedicó a nuestro restaurante las siguientes palabras:


Alfonso Reyes (1889-1959)
El reconocido autor mexicano Alfonso Reyes en 1953 menciona también a Botín en su libro “Minuta , Memorias de cocina y bodega”:
El Conde de Sert (1940)
Una mirada golosa y nostálgica al siglo XIX
El Conde de Sert, sabio gastronómico y fiel a la cocina de vanguardia… pero con matices: “Si lo que quiere es disfrutar de la buena mesa, entonces haga como yo: mire al siglo XIX con nostalgia, pues fue el gran siglo de la cocina”, reconocía en una entrevista.

En su libro “El Goloso, una historia europea de la buena mesa” recoge una comida oficial que Alfonso XII ofreció a Eduardo VII con motivo de la visita de éste monarca a España. En el menú que se ha conservado de aquel evento se recoge que uno de los postres eran nuestros “Bartolillos a la Botín”.
La raigambre de Botín en Madrid es tal que ha dado lugar a un dicho castizo.

María Dueñas (1964)
Maria Dueñas, nuestra querida amiga con la que mantenemos una relación muy especial, nos menciona en su best – seller “El Tiempo entre costuras “. En él, ambienta en Botín el encuentro entre unos personajes del libro:
Yo le llamo mi amigo Guillermo, en español; el habla muy bien nuestra lengua, vivió en Chile un tiempo. Hace unos días nos reunimos a comer en Botín, le encanta el Cochinillo….
También en “Misión Olvido “ ( 2.012 ) nos dedica un cariñoso guiño:
Ya le he dicho a mi nuera que me voy a ir para su casa esa tarde tempranito y voy a asar un cochinillo que me van a traer de mi pueblo que me va a salir tan rico, por lo menos, como los de Casa Botín.
Michael Aaron Rockland (1935)
Recientemente, en 2011, Michael Aaron Rockland, antiguo agregado cultural en la embajada americana en Madrid, en su obra “Un Diplomático en la España de Franco”, menciona su cena en Botín con Martin Luther King poco antes de ser asesinado:

…La limousine y el chofer del embajador nos esperaban en la calle y con gran pompa nos dirigimos al Restaurante Botín, situado en la calle Cuchilleros, justo pasando la Plaza Mayor. Yo sabía que aquel era el sitio más frecuentado por los turistas desde que Hemingway lo hubiera elegido como el final de su novela Fiesta…

Frederick Forsyth (1938)
Intriga en nuestros sótanos regada con Marqués de Riscal
Tres noches más tarde los dos hombres llegan por separado a una pequeña calle del casco antiguo de Madrid, la de los Cuchilleros. A medio camino de lo que no es sino una callejuela hay una vieja puerta de tablones que se abre a un sótano tras bajar unos peldaños. El sótano tiene arcos de ladrillo y es una vieja bodega que data de la Edad Media. Durante muchos años ha servido cocina típica española bajo la razón de Sobrinos de Botín. Los viejos arcos dividen el espacio en compartimentos con una mesa en el centro, y Monk y su invitado tuvieron uno para ellos.
La comida era buena. Monk pidió un Marqués de Riscal…
Nieves Herrero (1957)
Amor y sabores de película
En uno de los pasajes del libro Botín sirve de escenario para la comida entre Dominguín y su amigo, el prestigioso psiquiatra Juan Antonio Vallejo-Nágera.

Transcurre en un comedor de la casa, haciéndose varias referencias al restaurante, su historia, sus clientes famosos, su horno de leña y sus platos. De hecho, los comensales dan buena cuenta de las croquetas, la morcilla, una sopa al cuarto de hora y un cochinillo.
… Luis Miguel se fue a comer con su amigo Juan Antonio Vallejo-Nágera a Casa Botín, en la calle Cuchilleros.

Soledad Galán (1952)
Endecasílabos en el paladar
En las páginas de su libro, Soledad, gran amiga de la casa, tuvo a bien hacer varias referencias a Botín. No en vano, Botín, debido a su antigüedad, ha sido testigo mudo de numerosos sucesos históricos desde su fundación en 1725:
…le dije a Francisco que íbamos a echar unos tintos y unos corderos en horno de leña a Casa Botín…
…Cuentan que el cordero asado de Botín compone endecasílabos en el paladar…
Antonio Gómez Rufo (1954)
Antonio Gómez Rufo, escritor madrileño licenciado en Derecho, que siempre ha compaginado el ejercicio de la abogacía con colaboraciones en el mundo de la cultura en general y la literatura en particular, publica, en 2016, “Madrid. La Novela”, un apasionante relato que tiene como protagonistas a tres sagas familiares (desde 1565 hasta la actualidad) y como escenario a la ciudad de Madrid.

En esta novela, Botín tiene el orgullo de aparecer formando parte de la historia de la ciudad. Todo ello gracias a Jean Botín, un francés que llegó a la Villa y Corte con la única pretensión de ser un buen cocinero y sin imaginar, ni por asomo, que su posada pasaría a la historia convirtiéndose, con el tiempo, en el restaurante más antiguo del mundo:
“–…¿Cómo llamarás a tu posada?
–Botín. Como se llamaba el padre de mi buen amigo Pierre”.
Y cuando en el siglo XX se hizo cargo del negocio la familia González , aquella empresa familiar formada por Amparo Martín, Emilio González y sus hijos Antonio y José era todavía un negocio pequeño formado por siete empleados que vivían en el tercer piso del edificio.
…Y, al terminar la guerra, los hijos de la familia, Antonio y José, continuaron para siempre con el empeño, como sus hijos Antonio, José y Carlos: una posada en la que pervive el alma de quien, en 1725, hizo un homenaje eterno a un francés, Jean Botin, que llegó a Madrid queriendo ser cocinero y, sin saberlo, fue la semilla de un rincón madrileño que ha sobrevolado los tiempo de la historia.
…propongo que antes de comprar los calcetines morados nos regalemos con un buen almuerzo en Botín…

Almudena de Arteaga (1967)
Sobre los ‘caprichos’ de la Historia
Manuel ( Godoy ),, a quien yo, y no por mi gusto, tan bien conocía, era un hombre de rutinas arraigadas que siempre que paraba en la villa y corte repetía ruta: salía de Palacio para recorrer las callejas de la Cava Alta de Ida y la Baja de vuelta cruzando la Plaza Mayor, de la cual salía por el Arco de Cuchilleros para ir a parar a la hostería de Botín, donde invariablemente le esperaba una jarra de chocolate caliente con buñuelos. Bien lleno el buche, solía montar de nuevo para bajar por la Cuesta de la Vega…
Lorenzo Díaz (1948)
El gastrónomo y profundo conocedor de Madrid, Lorenzo Díaz, también cita a Botín en sus obras eruditas sobre gastronomía madrileña como en “Madrid. Bodegas, Mesones, Fondas y Restaurantes” y en otros de sus libros.
En carta escrita en latín a los Sres. Bonilla y Canseco por D. Ismael Calvo, magistrado, acepta su invitación para comer en Casa Botín, allá por 1917. “Ismael, viris illustribus doctissimis antecesoribus Bonilla et Canseco L.P.D. Dilectissimi amici: grata fuit mihi epistola vostra, quam ego accepi, instantissimam consumere prandium apud Botinum. Decimo Calendas Maii mihi conveniens est, …
